Un viejo refrán popular nos dice que la experiencia es la
madre de la ciencia.
A fuerza de estudiar, ensayar y analizar el método
científico, cualquiera puede llegar a descubrir el por qué de las cosas, sean
materiales, espirituales o abstractas. El físico soñará despierto fórmulas y
teorías cuánticas con las que demostrar este o aquel fenómeno; el carnicero,
tras cortar mil filetes de ternera, se convertirá en un experto en el fileteado
exprés… el estudiante, tras reducir a la nada cientos de gomas de borrar,
alcanzará la solución al problema de las manzanas y las peras…
Y así desde siempre, y para siempre.
Hoy, 5 de Marzo de 2013, se cumplen 73 años de la matanza de
Katyn.
Durante varios días,
las fuerzas del Ejército Rojo de Stalin… ese Padrecito de los Pueblos, líder de
la democracia orgánica socialista y rural, amén de intelectual de cabecera de
toda la progrez patria e internacional, siempre fieles del “otro Mundo es Posible”… se dedicaron a
masacrar a la élite militar e intelectual de Polonia. Fieles aliados de los
nacional-socialistas hitlerianos, y tras repartirse la católica y pacífica Polonia, dieron inicio a lo que podría considerarse como la “limpieza de los elementos amenazantes”…
o sea, todo aquel que no rezase mirando a la momia de Lenin, allá en su
mausoleo teñido de sangre.
Stalin, listo donde los hubiere, conocía bien la posibilidad
de insurgencia que aquellas personas. Militares, intelectuales (recalco:
intelectuales… no “tontos útiles”),
ingenieros, civiles comprometidos, católicos convencidos… Todos ellos fueron
etiquetados de “reaccionarios” y “enemigos del proletariado”. Sus voces,
escuchadas con fervor por un pueblo polaco que, de la noche a la mañana, se
veía invadido por dos potencias totalitarias, podían calar en las conciencias
del pueblo y hacer que este se levantara en armas…
… así que el garante de los parias de la Tierra tomó la
decisión de silenciarlas. En fila, uno a uno, recibieron la salvación
comunista: un tiro en la mollera, un empujón desconsiderado y una fosa común a
perpetuidad.
Igualdad soviética. Todos con su agujerito en el cráneo…
como buenos hermanos…
Esto sucedía allá por el año 1940… un par de años antes de
la Conferencia de Wannsee… y cuando la inmensidad del Globo Terráqueo no
conocía ni por asomo qué era un campo de concentración o un horno crematorio…
Nada.
No sabe, no contesta…
¿Seguro? ¿Nadie sabe, nadie contesta?
Ah, Monos… lo decíamos antes… La experiencia es la madre de
la ciencia.
Y Stalin, de experiencia en estos tejemanejes, tenía mucha.
La suficiente… porque cuatro años antes, en 1936, justo iniciarse nuestra
Guerra Civil española, sus perros fieles inauguraron este proceso de
aniquilación selectiva que hoy se conmemora en Katyn.
El campo de pruebas fue Paracuellos, aquí al lado, en Madrid,
donde también se pasaron por la piedra a aquellos que… intelectuales, militares
o civiles… podían reventar la tan ansiada Revolución del Proletariado
estaliniano. En aquella ocasión… la nuestra… la matanza no consiguió los fines
que pretendía, pues España estaba sumergida en una guerra civil y, a diferencia
de Polonia, aquí no se pudo aglutinar a todos los “reaccionarios” con la misma
facilidad…
… pero las fuerzas del “demócrata”
de cabecera de la progresía terrenal aprendieron bien la lección. Años más tarde,
en Katyn, cerca de un verde bosque polaco, alcanzaron la excelencia en el
oscuro arte de la masacre indiscriminada y de esta guisa, de un plumazo,
liquidaron cualquier atisbo de insurgencia y soberanía.
Recordémoslo. Recordémoslo y que el saber hacer del
Padrecito de los Pueblos no caiga en saco roto.
Es de Justicia reconocer su profunda aportación a la
Historia de la Humanidad.