Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

7 ago 2017

El turismo


Sue tiene un pequeño puesto de miscelánea playera frente a la cala de levante, en la costa mediterránea. Apenas son veinte metros cuadrados contando el almacén, viejo como el primer día que levantó la persiana del negocio; el descuido de la pintura rancia camuflado por un estucado de camisetas de los equipazos del deporte rey, falsas, y demás cantidad ingente de "Estuve en el infierno y me acordé de ti", "Recuerdo del paraíso", y, pórtico de pilares dóricos, las colchonetas verde cocodrilo chillón y flamenco maricuchili.
Alrededor de su industria, los años han ido moldeando el vecindario, jubilando penosamente a doña Virtudes o al nervioso Ginés -compañeros de años mozos- y trayendo, de remotas montañas, a morenitos pakistaníes pródigos en el acoso y derribo de los clientes. Con técnicas propias de las riberas del putrefacto Ganges, esquilman todo rastro de monedas en veinte metros a la redonda, por no hablar de los horarios comerciales, infinitos. Sea de día, sea de noche, el jovial dominguero que pasea por la acera no podrá zafarse del ataque del mercader del zoco, que saldrá de su guarida de rebabs, cachimbas y humo como un resorte ante la visión del incauto comprador.
Sue no puede. Ocho horas, poco más de nueve, a lo sumo. En casa reclaman las pocas obligaciones que ha ido acaudalando durante su vida de vendedor sacrificado de cacharros de playa. Ni qué decir tiene que tampoco puede abrir durante los penosos meses de invierno, cuando el pueblucho está muerto y amortajado, como hacen, también, los pakis... al acecho... la negra araña nunca duerme, pequeños...
A ella, a la hormiguita Sue, lo que saque hoy le servirá para la carestía de mañana.
Por eso, cuando esta mañana se desayunaba leyendo en el diario de la provincia las noticias de los ataques al turismo, ha esbozado una siniestra sonrisa. Según los críos de hoy... los conozco tan bien como a sus padres... y a los padres de sus padres, y a los abuelos de los abuelos, créeme: todos venían a comprarme las cremas protectoras, las putas postales de cinco culazos en tanga, los juegos de petanca de plástico, ¿sabes? Gente de aquí, gente bien, de diario y misa el domingo, con trabajos de jornada intensiva en los que apenas doblar el lomo... según esa morralla mocosa, la generación mejor preparada de la historia, ajenos a toda carestía pasada y a rebosar de la hipocresía y la contradicción del discurso marxistoide de escasas lecturas y demasiadas películas, el modo con el que Sue ha venido sobreviviendo durante toda su vida en la ciénaga que es la vida para todo aquel que está alienado, perdido en su islote desierto y rodeado de tiburones... su eterno subir a la montaña donde mora la cueva de la libertad... es el causante de los males que azotan el bonito y solidario e imagineallthepeople planeta azul.
Él, los turistas, el dinero...
Palos en las ruedas, Sue. Siempre que no tintinee al ser contado por las manos usureras que la herencia legó generación tras generación a los salvadores del vicio mortal de ganarse la vida, el enriquecimiento, el trabajo duro, las leyes y derechos de los trabajadores... todo será papel mojado, pobre diablo.
Palos en las ruedas, y miseria para dar, recibir y redistribuir.
Después, sollozar por las migajas que caen de las barbas de tantos buenos samaritanos.
Diferente es si eres paki; un regufee.

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