Recientemente, el político mejor valorado del panorama
español, proletario Garzón, alto índice de aceptación entre la generación mejor
preparada de la historia, haciendo uso del canal favorito entre la mancha
humana -las redes sociales-, predijo la gran catástrofe galáctica, la sexta
extinción, descendiente de asesinos de diplodocus, pangeas, corales y demás
curiosidades fósiles... y lo enunció a los cuatro vientos, él, proletario Garzón,
el ungido por las sabidurías de la Complu, señalando al culpable de tanto
estropicio: el capitalismo, sujeto de todas las desgracias habidas y por haber,
pasadas y futuras. Fuente de discordia, la deriva del libre intercambio entre
individuos, el derecho a intentar ser feliz, la justicia salomónica, son las
causas de que el mundo sea tan raro, tan ajeno a la arcadia soñada, edén de la
gente sencilla, proletaria... como él, proletario Garzón. Sin guerras, sin hambreni enfermedad ni jesucristosuperestar,
multiculti... todos los animales son iguales, ¿verdad, Napoleón?
Si paras un momento a analizar la profecía, a oler sus
palabras, comprobarás enseguida el suave aroma a cascote de Muro de Berlín
que desprenden. Con cada uno de ellos, la teoría ensayada al lado este de la
frontera antifascista ha amasado un nuevo barniz con el que camuflar su
fracaso, pero para nuestro proletario Garzón no hay realidad que difumine una
buena alucinación, y a los nuevas ideas lennonistas, con sus cantos a la
feminidad de género neutro, la empoderación de los ultracuerpos y la abolición
de las fronteras, suma, sin mostrar rubor o vergüenza, el tostón del capital
convertido en meteorito ecolojeta ligado a la extinción.
La bondad, sin embargo, intrínseca a la gente de izquierdas,
no es ajena al héroe de la Vendée, y por eso su advertencia de los riesgos
materialistas colándose en la intimidad de la pantalla del celular; por eso,
por su infinita misericordia, convida a las masas a apostar por un modelo más
sostenible, redistributivo, comunista, donde no existan las fronteras y la
mancha humana pueda circular por doquier haciendo gala de su derecho humano a
la amnistía, el nihilismo hedonista y la cerveza fría. Sanidad universal,
educación gratuita hasta el tercer doctorado, renta básica con la mera
presentación de un bonobús, decrecimiento económico y un porrón de organizaciones
jocosamente no gubernamentales traficando con seres humanos en nombre del
altruismo y la caridad laica.
La gran comuna en la tierra, dictadura de proletarios como
el proletario Garzón -aunque no tanto, que para eso fue él el profeta que cargó
sobre sus hombros la infamia lucha contra el papel-moneda-, mezclados los unos con los
otros, al son del ritmo sabrosón, ratas tras la música del flautista, rebaño de
granja al que se desposeyó de el don más precioso, la verdad, y el redoble más
atronador, la libertad.
La sexta extinción, de tenerlo, no será el nombre que
berreas, profeta.
Será, como la poesía, tú.
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