Yo tenía un sueño de España… pero ese sueño murió hace tiempo. El que me acunará esta noche, será mejor. Mi guía en los Años Oscuros. Y vivirá por siempre jamás. Ej12Ms

13 sept 2017

Congoja


Se va encarando el declive del Septiembre y la tarde languidece cada vez más temprano, el aire es ligero al bajar de las montañas y el vocerío de las terrazas va perdiendo paulatinamente la alegría de semanas atrás, pero ninguna de estas evidencias circunstanciales es advertida por Quimet Fernandes Garsia, para quien la vida transcurre de butacón en butacón, ajena a los vaivenes azarosos de un ajetreado circo de pan y circo.
Sólo la punzada en los riñones, herencia de tanta serenidad, hace el puntual acto de presencia mientras degusta un carlos tercero con doble de hielo una vez aposentado en el salón de su palacete, pero el protagonista de esta historia apenas depara en el calambre amistoso: está absorto en cavilaciones, en un océano de dudas. De un trago da buena cuenta del segundo lingotazo. Agarra la botella, se sirve un tercer carlos tercero.
No es exactamente... no sé... es algo, una sensación impredecible... es eso que...
... nunca miedo -¡qué va!-, él no tiene miedo, jamás, aunque su vanidosa valentía no se debe a sus arrestos ante la hidra de siete cabezas, sino al total desconocimiento de qué es el miedo, virtud moderna (de mierda) que ha ido implementándose en las conciencias de la mancha humana global merced a la trivialización del Mal y sus mil bastardos. 
Quimet no ha catado guerra ni persecución, nunca faltó herencia que pasara de padres a hijos y de hijos a nietos, sus únicos ansiolíticos se debieron a la disputa entre dos vecinos a cuentas de los lindes de una parcela del término, y, a pesar de ello, para gloria y loa de sus conciudadanos admirados, Quimet Fernandes Garsia ha plantado cara a la infinidad de hecatombes que recorren el globo a lomos de esta o aquella butaca de terciopelo en la que aposenta su trasero desde que sale hasta que se pone el Sol. Posesiones místicas de estados opresores, latrocinio de metrópolis imaginarias, el heteropatriarcado de los africanos más allá del río grande, la mutilación de la lengua de nivel c, las fuerzas de ocupación... no hay nombre de demonio que no haya combatido con el fuego de su vara de alcalde.
Sense por, Quimet.
No.
No es exactamente eso... pero duda, está nervioso, un vacío extraño se abre paso en su interior desde que ha recibido la notificación del fiscal convidándole a dar explicaciones de su soberbia al frente de la administración local.
Mañana a las nueve aftermeridian; no falte.

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Y un hombre que cree ser un dios siente un escalofrío muy humano recorrer su columna. 
300, de Frank Miller.

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